Ahora que ha hecho 100 años de la conquista del Polo Sur cuelgo una reseña que hice para el blog de Aglarluin
Aspley Cherry-Garrard era un miembro de la segunda expedición que Scott hizo a la Antártida en 1910-1913 por motivos científicos, a parte de intentar alcanzar el polo Sur.
En un principio, la solicitud de Cherry de participar en la expedición fue desestimada, pero gracias a la intervención del Dr. Edward Wilson y de una donación desinteresada por parte de Cherry, se le contrató como asistente de biología.
Aunque lleve el título asignado por Cherry a su diario, en el libro también aparecen fragmentos de los diarios de Scott, Wilson y de otros miembros de la tripulación, ya que hubo varias salidas y, evidentemente, en todas no pudo estar Cherry para poder relatarlas.
Como ya he dicho, el libro está escrito en forma de diario. Relata los tres años que pasaron los miembros del Terra Nova desde que salieron de Inglaterra hasta que regresaron de la Antártida, tras dejar atrás a un grupo de valientes que murieron cuando buscaban el polo. Aunque parezca mentira el título no se refiere al conocido viaje realizado por Scott, acompañado de Wilson, Bowers, Evans y Oates; si no al que realizó Cherry con Wilson y Bowers para recoger unos huevos de pingüino emperador. Se suponía que anidaban en el cabo Croizer y se creía que estos animales eran las aves más primitivas que existían.
En julio de 1911, en pleno invierno antártico, cuando la luz es tan escasa que uno no se puede ver los pies y soportando temperaturas inferiores a los 56 grados bajo cero, tuvieron que hacer un viaje hacia esa región. Así describe cómo el sudor se hiela en la piel, el aliento se enfriaba, las manos sin guantes aguantaban unos segundos antes de que empezaran a congelarse; las gafas de Cherry eran inapropiadas para ese clima y no le servían.
Tras recorrer un largo camino hasta el cabo Croizer, tuvieron que evitar un terreno congelado que presentaba muchas grietas y en las que una caída podía ser fatal. Gracias a las cuerdas que llevaban atadas a los trineos y utilizando estos como puentes pudieron sortear estos y otros peligros.
Una vez en el cabo pudieron comprobar las condiciones en las que viven los pingüinos emperadores. Descubrieron cómo es de fuerte el instinto de supervivencia y la necesidad de cuidar a sus polluelos pues vieron como algunos pingüinos robaban huevos para poder incubarlos, incluso en sus patas algunos llevaban huevos podridos o trozos de hielo, en su afán de empollarlos. Realmente el viaje debió de ser agotador y esto a la vez muestra la fuerza que tienen algunas personas, gente que ante la adversidad crece.
También se narra la expedición al polo sur por parte de Scott y sus hombres: cómo salieron por turnos, los diferentes equipos que llevaron (un equipo de ponis, otro de perros con trineos); iban dejando los depósitos a cierta distancia para poder proveerse de comida y queroseno; por qué Scott decidió que fueran cinco hombres al polo en vez de cuatro como había previsto en un principio; se describe cómo Evans, uno de los más fuertes del equipo, fue debilitándose debido a la escasa comida para cinco, el sacrificio de Oates al perderse en el desierto helado para que los demás miembros tuvieran alguna oportunidad de llegar, y las desgraciadas muertes de Scott, Wilson y Bowers a pocos metros de un depósito.
Salpicado de anécdotas curiosas (situados en el hielo, y por miedo a que haya orcas en el mar, los pingüinos de Adela tiran a algún compañero despistado y si no es atacado, se lanzan los demás), terroríficas (el ataque de las orcas a los ponis) y estas escenas se desarrollan bajo una atmósfera de frío, hielo y una inmensa soledad.
En resumen, un libro que si al lector le gustan los libros de viajes o las expediciones de los antiguos exploradores, apreciará las proezas de Bowers, disfrutará con las travesuras de los pingüinos de Adela, conocerá a Cherry y sufrirá con la desaparición de los miembros de la expedición del polo.
En un principio, la solicitud de Cherry de participar en la expedición fue desestimada, pero gracias a la intervención del Dr. Edward Wilson y de una donación desinteresada por parte de Cherry, se le contrató como asistente de biología.
Aunque lleve el título asignado por Cherry a su diario, en el libro también aparecen fragmentos de los diarios de Scott, Wilson y de otros miembros de la tripulación, ya que hubo varias salidas y, evidentemente, en todas no pudo estar Cherry para poder relatarlas.
Como ya he dicho, el libro está escrito en forma de diario. Relata los tres años que pasaron los miembros del Terra Nova desde que salieron de Inglaterra hasta que regresaron de la Antártida, tras dejar atrás a un grupo de valientes que murieron cuando buscaban el polo. Aunque parezca mentira el título no se refiere al conocido viaje realizado por Scott, acompañado de Wilson, Bowers, Evans y Oates; si no al que realizó Cherry con Wilson y Bowers para recoger unos huevos de pingüino emperador. Se suponía que anidaban en el cabo Croizer y se creía que estos animales eran las aves más primitivas que existían.
En julio de 1911, en pleno invierno antártico, cuando la luz es tan escasa que uno no se puede ver los pies y soportando temperaturas inferiores a los 56 grados bajo cero, tuvieron que hacer un viaje hacia esa región. Así describe cómo el sudor se hiela en la piel, el aliento se enfriaba, las manos sin guantes aguantaban unos segundos antes de que empezaran a congelarse; las gafas de Cherry eran inapropiadas para ese clima y no le servían.
Tras recorrer un largo camino hasta el cabo Croizer, tuvieron que evitar un terreno congelado que presentaba muchas grietas y en las que una caída podía ser fatal. Gracias a las cuerdas que llevaban atadas a los trineos y utilizando estos como puentes pudieron sortear estos y otros peligros.
Una vez en el cabo pudieron comprobar las condiciones en las que viven los pingüinos emperadores. Descubrieron cómo es de fuerte el instinto de supervivencia y la necesidad de cuidar a sus polluelos pues vieron como algunos pingüinos robaban huevos para poder incubarlos, incluso en sus patas algunos llevaban huevos podridos o trozos de hielo, en su afán de empollarlos. Realmente el viaje debió de ser agotador y esto a la vez muestra la fuerza que tienen algunas personas, gente que ante la adversidad crece.
También se narra la expedición al polo sur por parte de Scott y sus hombres: cómo salieron por turnos, los diferentes equipos que llevaron (un equipo de ponis, otro de perros con trineos); iban dejando los depósitos a cierta distancia para poder proveerse de comida y queroseno; por qué Scott decidió que fueran cinco hombres al polo en vez de cuatro como había previsto en un principio; se describe cómo Evans, uno de los más fuertes del equipo, fue debilitándose debido a la escasa comida para cinco, el sacrificio de Oates al perderse en el desierto helado para que los demás miembros tuvieran alguna oportunidad de llegar, y las desgraciadas muertes de Scott, Wilson y Bowers a pocos metros de un depósito.
Salpicado de anécdotas curiosas (situados en el hielo, y por miedo a que haya orcas en el mar, los pingüinos de Adela tiran a algún compañero despistado y si no es atacado, se lanzan los demás), terroríficas (el ataque de las orcas a los ponis) y estas escenas se desarrollan bajo una atmósfera de frío, hielo y una inmensa soledad.
En resumen, un libro que si al lector le gustan los libros de viajes o las expediciones de los antiguos exploradores, apreciará las proezas de Bowers, disfrutará con las travesuras de los pingüinos de Adela, conocerá a Cherry y sufrirá con la desaparición de los miembros de la expedición del polo.
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